sábado, 31 de agosto de 2013

-Tutti Frutti-








Ocurrió en los sesenta, en una habitación con la pared de color verde. Era ya muy tarde para entrar de nuevas a la fiesta, de hecho ya solo quedaban unas pocas personas; algunas parejas acarameladas en el sofá (cosa que a mi me parecía desagradable), el camarero del bar ligando con una chica bastante atractiva con un vestido rojo, tenía el rímel corrido como si le hubieran roto su corazoncito hace un rato y en la pista de baile se encontraban algunas personas bailando una música lenta y algo desquiciante, más parejas con sus cabezas entrelazadas y algún que otro grupo de amigos que se habían quedado sin compañía esa noche. 

Eché una última ojeada para ver si me quedaba o me iba y al fondo, sin destacar mucho, había un chico parado, quieto, no bailaba ni hablaba con nadie, girado hacia la pared con las manos metidas en los bolsillos. Aunque no parecía tener atractivo alguno, parecía interesante, como si se hubiera escapado de una de esas películas francesas. Me quedé mirando hasta que pareció tener ojos en la nuca y me dirigió la mirada, en un acto reflejo por ese segundo de nerviosismo miré mi reloj y al ver que era tan tarde decidí dejarme de tonterías y de encuentros mágicos, ya somos lo bastante escépticos para dejar escapar esa escena tan fantasiosa, así que decidí irme a mi casa a dormir, supongo que ese se quedaría allí, mirando a la pared, un largo rato, sin hablar con nadie y también se iría a dormir... ¿A quién demonios le importa?


Por Sebastián Delgado.











1 comentario:

Contact:
sebastianelunicornio@hotmail.com