... Aquella mañana el monstruo llegó con sus tijeras y acabó con su hilo.
- ¡Maldito monstruo, has pasado por aquí sin mirarme si quiera!, ¡Acércate, acércate a mi y dime porque lo has hecho!, ¿Por qué me siento así?
- El monstruo que se dirigía al jardín, ya con las manos sucias, se volvió al chico y puso su mano derecha en su cabeza, este no se inmutó, sus miradas se cruzaron y el chico solo podía llorar, llorar desconsoladamente.
Cuando el monstruo soltó la cabeza del chico, paró de llorar, se sentía extraño, vacío. El monstruo volvió a retomar su camino hacia el jardín y desapareció entre la maleza y el pozo que había al lado de la casa.
Ahora ya nada sería igual que antes.
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